El duelo es un proceso dinámico y personal, definido por Soler y Jordá como los
pensamientos, sentimientos (incluidos los síntomas físicos y emocionales) y acciones consecuentes a la anticipación o pérdida de alguna per sona o cosa amada.
1 Se distingue por el intenso dolor
emocional que conlleva la separación y el desapego, y
se compone de distintas fases, descritas inicialmente
por Elizabeth Kubler-Ross: negación, ira, negociación,
depresión y aceptación, durante las cuales el doliente
debe encargarse de las situaciones y emociones que
experimenta para reestructurarse, recobrar el equilibrio
y dar nuevamente sentido a su vida.
Según Freud, se cataloga como una reacción natural
frente a la pérdida;
2 sin embargo, al inicio no se diag nostica como enfermedad.
3 En la mayoría de los casos se resuelve espontáneamente conforme transcurre el tiempo y la persona utiliza los recursos psicológicos para adaptarse a vivir sin lo perdido. No obstante, existen casos en
que las reacciones iniciales se acentúan y prolongan por
algunos años, que resultan autolimitadores para quien lo
padece, y desencadenan alteraciones físicas o mentales
de gran relevancia que pueden aumentar la probabilidad
de morbilidad y mortalidad en determinados tipos de
poblaciones.
4 Antonelli verificó estos efectos en 191 familias,
en las que se habían observado eventos patológicos de
diversa naturaleza en los tres primeros años del duelo,
las cuales tuvieron 378 procesos patológicos (enferme-
dades nuevas o empeoramiento imprevisto de alguna
preexistente). Las alteraciones más frecuentes fueron
las de tipo neurótico (la tercera parte), hipertensión
arterial, colitis, úlceras, cefaleas e infarto.
5 El psiquiatra John Bowlby confirmó este fenómeno cuando indicó:
“La experiencia clínica y la interpretación de la evi-
dencia dejan pocas dudas respecto a la verdad de la
primera proposición: que muchas de las enfermedades
psiquiátricas son la expresión de un duelo patológico,
o que dichas enfermedades incluyen, en muchos casos,
estados de ansiedad, depresión, histeria e incluso más
de un trastorno de personalidad”.
De acuerdo con estas y diversas investigaciones
del riesgo que tienen los familiares que atraviesan un
proceso de duelo de padecer enfermedades psíquicas
y físicas, se abre ante los profesionales de la salud un
campo importante de medicina preventiva, haciendo
evidente la necesidad de destinar los recursos necesarios
para capacitar al personal sobre aspectos tanatológicos,
a fin de que reconozcan el efecto que genera la pérdida,
identifiquen los factores de riesgo y ayuden a resolver
los conflictos que ocasiona y no se cometa el error de
ignorar, subestimar o fragmentar su abordaje. Brindar
atención especializada en todos los niveles para la re-
solución del duelo es la clave para elevar la calidad de
vida de nuestros derechohabientes.
Humanizar la práctica médica debe ser uno de los
retos más importantes en estos tiempos de crisis. No hay
mejor medicina para un corazón doliente que la empatía
que se genera entre dos seres humanos, la cual no cuesta
ni genera efectos secundarios y es efectiva para liberar
emociones nocivas que afectan el orden biológico.
Como dijo la Dra. Elizabeth Kubler Ross. “Si no
utilizas, además de la cabeza tu corazón y tu alma, no
ayudarás nunca a nadie”.
López RA. Importancia de la atención del paciente en duelo. Rev Esp Med Quir. 2009;14(4):153-154.
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